martes, 19 de agosto de 2014

FABULA EL ASTRONOMO

Había un astrónomo que le gustaba todas las noches ir a ver los astros. Un día, mientras caminaba por los campos que quedaban fuera de la ciudad, observaba y contemplaba el cielo, cuando cayó en un enorme pozo.
Al caer, comenzó a gritar y lamentarse. En esto pasó un hombre, quien le preguntó como había terminado en semejante desgracia. Al conocer lo sucedido, se limitó a decirle:
- Compañero, ¿quieres ver los astros que están en el cielo pero no ves todo lo que hay en la tierra?
Moraleja: Muchos muestra su ego asegurando poder hacer cosas sorprendentes y maravillosas, cuando la realidad es que no pueden si quiera con las cosas ordinarias de la vida.

Fabula el Jilguero Tímido

Había una vez un Jilguero que no quería cantar. Todas las demás aves se preguntaban por qué no quería cantar, y el siempre les respondía: "Jamás cantaré para ser objeto de burla."
Un día, un Perico se le acercó al Jilguero para decirle: "¿Por qué tienes miedo? Canta, que nadie se reirá de ti." Sin embargo, el Jilguero no quiso cantar, ni tampoco le respondió nada al perico. Luego llego una Cotorra y también se le acercó al Jilguero y le dijo: "Te escuché una vez mientras cantabas en el bosque. ¡Tus cantos son hermosos! ¿Por qué no quieres cantar ahora?."
Aún así el Jilguero siguió sin decir nada. Hasta que finalmente se le acercó un Ruiseñor y comenzó a cantar de una forma muy hermosa. Sin emargo, el Jilguero siguió con apatía, así que le preguntó: "Jilguero, ¿por qué no te unes a mi en canto? Haríamos un gran dúo." Y el Jilguero le confesó sus miedos al Ruiseñor. Y este le dijo: "No importa si cantas bien o mal, eso es asunto tuyo. Pero si no cantas, ni si quiera para ti mismo, entonces no eres un Jilguero, ni eres nada."
Moraleja: Se tu mismo. Cumple con el propósito para el que Dios te diseñó, sin importar si esto agrada a los demás o no.
 

martes, 22 de julio de 2014

EL LEON Y EL RATON

Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reír y lo dejó marchar.
Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oír los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.
Días atrás le dijo, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.

(Moraleja)
Nunca desprecies las promesas de los pequeños honestos. Cuando llegue el momento las cumplirán.


EL AGUILA Y EL ESCARABAJO

Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara.

Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.

Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.

Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

(Moraleja)
Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.

LA RANA DEL PANTANO Y LA DEL CAMINO

Vivía una rana felizmente en un pantano profundo, alejado del camino, mientras su vecina vivía muy orgullosa en una charca al centro del camino.

La del pantano le insistía a su amiga que se fuera a vivir al lado de ella, alejada del camino; que allí estaría mejor y más segura.

Pero no se dejó convencer, diciendo que le era muy difícil abandonar una morada donde ya estaba establecida y satisfecha.

Y sucedió que un día pasó por el camino, sobre la charca, un carretón, y aplastó a la pobre rana que no quiso aceptar el mudarse.

(Moraleja)
Si tienes la oportunidad de mejorar tu posición, no la rechaces.

LA CIGARRA Y LA HORMIGA

Cantando la Cigarra pasó el verano entero, sin hacer provisiones allá para el invierno; los fríos la obligaron a guardar el silencio y a acogerse al abrigo de su estrecho aposento.
Viose desproveída del preciso sustento: sin mosca, sin gusano,  sin trigo y sin centeno. Habitaba la Hormiga  allí tabique en medio, y con mil expresiones de atención y respeto le dijo: “Doña hormiga, pues que en vuestro granero sobran las provisiones para vuestro alimento, prestad alguna cosa con que viva este invierno esta triste Cigarra, que, alegre en otro tiempo,  nunca conoció el daño, nunca supo temerlo.
No dudeís en prestarme, que fielmente prometo pagaros con ganancias, por el nombre que tengo”.
La codiciosa Hormiga  respondió con denuedo,  ocultando a la espalda las llaves del granero:
“¡Yo prestar lo que gano con un trabajo inmenso! Dime, pues, holgazana, ¿qué has hecho en el buen tiempo?”
“Yo, dijo la Cigarra, a todo pasajero cantaba alegremente, sin cesar ni un momento”
“¡Hala! ¿Con que cantabas cuando yo andaba al remo? Pues ahora, que yo como,  baila, pese a tu cuerpo”.

LA GALLINA Y LOS HUEVOS DE ORO


Érase una gallina que ponía un huevo de oro al dueño cada día. Aun con tanta ganancia, mal contento, quiso el rico avariento descubrir de una vez la mina de oro, y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla; abrióla el vientre de contado; pero después de haberla registrado ¿qué sucedió? Que, muerta la gallina perdió su huevo de oro, y no halló la mina.

(Moraleja)
¡Cuántos hay que teniendo lo bastante, enriquecerse quieren al instante, abrazando proyectos a veces de tan rápidos efectos, que solo en pocos meses, cuando se contemplaban ya marqueses, contando sus millones, se vieron en la calle sin calzones!